¡Se ha acabado esto de estar sufriendo por si acaso el arroz te queda cobijado! Aquí tenéis al o la (juraría que este electrodoméstico no es binario) Cuckoo, el artefacto de origen coreano que , desde hace décadas, no puede faltar nunca en la cocina de esa parte de una nación dividida que se extiende por debajo del paralelo 38 : el paralelo que marca la división entre las dos Coreas. El Cuckoo t'indica cuando el arroz , este alimento presente en todas las cocinas mundiales pero del todo indispensable cuando se trata de la cocina asiática, ha llegado a su punto exacto de cocción. Cuckoo, es el nombre de la empresa que comercializó el aparato. Pero, como ocurre a menudo en estas cosas, se ha acabado convirtiendo al mismo tiempo en el nombre que designa a todas las máquinas que realizan la misma función. Y que, con el tiempo, han ido sofisticando la forma de presentar sus servicios. Y también eso, también esta sofisticación fruto de los avances tecnológicos, tiene una especial relevancia en la admirable The Hamartia Trilogy creada por Jaha Koo e incluida en el ciclo Katharsis programado por el Teatro Libre : un creador y una trilogía que se han convertido ya para mí en una de las más estimulantes e incluso emocionantes revelaciones escénicas de estos últimos tiempos.
Cuando Jaha Koo (que ahora tiene 37 años) abandonó Corea para instalarse en la vieja Europa , lo hizo con muy poco equipaje. Pero dentro de este mínimo equipaje, no faltó aquel/a Cuckoo que, de alguna manera, simboliza al mismo tiempo los dos conceptos complementarios y/o enfrentados entre sí que hacen constante acto de presencia en la trilogía: el concepto vinculado a la tradición, y el concepto fruto de la modernidad. Este electrodoméstico centrado exclusivamente en el arroz, se encarga precisamente de otorgarle un formato adaptado a los ritmos contemporáneos a aquello – la preparación de un arroz que no puede faltar en ninguna comida- que tiene unas raíces ancestrales. Y por otro lado, aquellas primeras máquinas llamadas Cuckoo que se limitaban a cumplir con la función para la que habían sido creadas, han ido también tomando con el tiempo otras funciones ( algunas de ellas, dotadas de una robotizada personalidad del todo charraira) , bien reflejadas en las tres variantes del instrumento culinario que Koo hace convivir en "Cuckoo". la segunda entrega de una trilogía que presenta tres segmentos susceptibles de ser vistos de forma independiente… pero que al mismo tiempo alcanza su plenitud cuando compruebas la coherencia con la que Koo nos muestra los vínculos que presentan entre sí.
En la primera parte de la trilogía, "Lolling & Rolling", Koo se centra en un tema que , por otro lado, nos toca muy de cerca ; el tema de las lenguas minoritarias que son relegadas a una presencia meramente testimonial por las lenguas dominantes. El punto de partida de esta entrega que Koo ha ido modificando a medida que pasaban los años y le iba dando forma a los otros dos capítulos de su propuesta, se encuentra en la forma como el deseo de buena parte de la sociedad coreana de adaptarse a la lengua inglesa cargada a la vez de valor simbólico, llevó a que muchos niños coreanos, fueran sometidos a una intervención quirúrgica destinada a mejorar su pronunciación en el idioma reciente adoptado. Esto, después de que los años de ocupación japonesa conducieran a una situación que nos puede resultar también muy familiar. Y que Koo visualiza de forma ejemplar en la historia de una avia que , después de haber vivido como una humillación no dominar la lengua de los vencedores, es humillada cuando ha olvidado ya su propia lengua, y sólo le viene a la cabeza en un momento de euforia colectiva la lengua de los vencedores.
Koo se sitúa ya desde el inicio de esta primera entrega en una posición capaz de mantener un perfecto equilibrio entre la propuesta bien documentada de aportaciones audiovisuales espléndidamente escogidas, y la comunicación personal capaz de generar una corriente de empatía nunca impostada. Una empatía generada por el creador que nos habla en primera persona , y que no duda en transmitir ese tipo de confidencia personal que le otorga un valor diferente y a veces incluso doloroso a la documentación que le acompaña. Koo nos muestra sin hacer escasos la rica contradicción complementaria de un trabajo creativo que no duda en servirse de unos instrumentos tecnológicos y estilísticos propios del territorio imbuido de modernidad en el que se insertan sus propuestas, pero que no duda tampoco en reivindicar aquellos elementos de la cultura tradicional que corren peligro de extinción , bajo la amenaza de las nuevas formas de imperialismo cultural que saben cómo imponer su dominio. En la tercera parte de la trilogía, "The History of Korean Western Theatre", Koo nos muestra sin ir menos lejos la forma como la occidentalización de un teatro coreano marcado a la vez por la occidentalización asumida por el teatro japonés, justamente cuando el Japón se convirtió en la potencia imperial que dominaba Corea, ha llevado a que aquellas formas escénicas genuinamente derivadas de la tradición coreana, hayan quedado relegadas a un papel anecdótico. Y Koo sabe cómo crear un vínculo íntimo entre la memoria de estas formas escénicas ancestrales que corren el peligro de caer en el más absoluto olvido, y la memoria de esta novia suya que quiere que el recuerdo del nieto siga bien vivo hasta que la enfermedad acabe con él. Koo nos demuestra cómo con el arroz hecho demasiado que sale del ( o la) Cuckoo ,se puede acabar construyendo una réplica del edificio desde el que se lanzó a vacío aquel amigo estimado de juventud que no pudo soportar los embates de la vida, y de aquella crisis económica que le robaron la vida a tantos otros jóvenes. Y deja a la vista el dolor no cicatrizado y no ausente de culpabilidad que le sigue provocando esa pérdida, mientras nos habla a la vez de las cicatrices que han dejado en su cuerpo unas quemaduras cargadas también de imprescindibles recuerdos de la infancia. Y nos presenta de paso a su enojado, norteamericano y ya fallecido viejo profesor de inglés; aquel que conoció tras llegar a Europa , y que ahora se le aparece en forma de fantasma en el asiento del coconductor , cuando circula de noche por las calles de Seul. Y es que , como es bien sabido, en la cultura coreana, como grande aparte de todas las culturas asiáticas, eso de encontrarte sentado a tu lado un estimado fantasma, forma parte de esa normalidad que desafía la normalidad impuesta por el invasor colonialista. El día que olvidemos esto, nos hayamos olvidado de nosotros mismos.

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